martes, 12 de agosto de 2014

En el camino al huerto, mientras T. conduce, pasamos por nuevos espacios urbanizados. Parte de la ciudad donde he crecido que no reconozco. Estos espacios tienen la forma de los no-lugares derivados de la expansión urbanística incontrolada, no tienen nada de especial. Los parques que veo son exhiguos y esconden tras ellos bloques de viviendas que comienzan a ser humildes. Las hileras de bancos son paralelas a esos límites. Todos los días, a unas horas en que el calor aconseja no estar por la calle, aparecen personajes sentados en esos bancos completamente descontextualizados del espacio y la situación. Negras con batas invernales del chino, ancianos horondos y de grandes barbas amarillentas con gorros de ballenero en la cabeza, un niño chino completamente solo extasiado con unas pompas de jabón cuyo origen es imposible encontrar...Como caídos del cielo o traídos de otro lugar y sentados allí en un eficaz afán teatral y dramático .
¿O quizás no? Quizás ellos estén allí de forma natural, pertenezcan a ese paisaje, quizás, seguro, que soy yo quien no puede leer, entender, el nuevo contexto. Soy yo , quien observando desde el asiento de acompañante de un coche que pasa lentamente a su lado, no entiende lo que ve. ¿Sería lícito construir una historia para entenderlo?¿es tal la cantidad de referencias que suponen que las opciones de elección imposibilitan una lectura "tranquilizadora"? Un pequeño discurso, una mínima y evocadora anécdota, que sirva para cerrar lo siniestro freudiano. Quizás mi obsesión por sistematizar esas visiones en palabras desnaturalicen algo que es tan real, tan simple como aquello que pertenece al lenguaje de las imágenes y que por tanto nunca puede ser reducido a escritura. Sería esta su continuación silenciosa: una construcción real del silencio y el sinsentido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario