viernes, 1 de marzo de 2013

La ventana del tren de cercanías construye amaneceres westfalianos: telones pintados en óleo. Cambian continuamente, como tinta en el agua. Toda esta actividad excesiva tiene un único espectador. Existe sólo a su espera. Se construye sólo en la interpetación de este. Sin sus ojos no existe. Y si estos ojos no han visto anteriormente una imagen que construya un amanecer serán incapaces de verlo: el amanecer ha encontrado un espectador entre los adormilados obreros.
QUIZÁS es la primera y única palabra que tengo para comenzar el proyecto ASCESIS. Este, que se basaba en una reflexión sobre el modo de negociar los contenidos y productos derivados de procesos pictóricos individuales, se tiñe así de una precisa melancolía. La misma que envuelve cualquier descripción de la realidad. Así un acto se convertiría en una descripción: el hacer es un decir que muestra algo que le es ajeno. Cualquier acto elberga un núcleo real que se dice así verdadero (fenomenológico) y falso (hermenéutico) al mismo tiempo. Existiendo en este movimiento dual, dialéctico, entrópico, que lo consume: In girum imus nocte et consumimur igni.