viernes, 1 de marzo de 2013

La ventana del tren de cercanías construye amaneceres westfalianos: telones pintados en óleo. Cambian continuamente, como tinta en el agua. Toda esta actividad excesiva tiene un único espectador. Existe sólo a su espera. Se construye sólo en la interpetación de este. Sin sus ojos no existe. Y si estos ojos no han visto anteriormente una imagen que construya un amanecer serán incapaces de verlo: el amanecer ha encontrado un espectador entre los adormilados obreros.

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